A pesar de que vivimos en la sociedad de la información, tras dos años de pandemia, sorprende que la implantación de algunas de las medidas más importantes de prevención contra la transmisión aérea de virus clásicos como la gripe, o el SARS-CoV-2, esté siendo extraordinariamente lenta y, en ocasiones, de forma parcial o incorrecta. Una de estas medidas es precisamente la del control de la ventilación en espacios interiores compartidos.
Desde el programa educativo MONITORIZA CO2 consideramos necesaria una mínima pedagogía previa al estudio de la ventilación de espacios interiores compartidos. Explicar el por qué de las cosas nos parece básico para que toda la población tenga una referencia de conocimiento, basada en la evidencia científica. Ya se han interesado diferentes administraciones locales con las que comenzaremos a trabajar en la monitorización de dependencias municipales y aulas de centros educativos.
Sabemos que los aerosoles (partículas que emitimos las personas al hablar, comer, cantar, etc.) se pueden acumular en espacios interiores mal ventilados durante horas. Midiendo el CO2 sabemos de forma indirecta el riesgo de concentración de estos aerosoles que podrían ser potencialmente infectivos. Como ya afirmaba a finales del siglo XIX William Thomson (Lord Kelvin): “Lo que no se mide no se puede mejorar”.
En nuestro estudio de arquitectura, especializado en Autoprotección Escolar, ya sabíamos lo importante que era ventilar las aulas de los centros educativos puesto que así viene siendo exigencia en las instrucciones del RITE (Reglamento de Instalación Térmica de Edificios) siempre que abordamos un nuevo proyecto de edificación, o cuando intervenimos en la reforma de instalaciones térmicas ya existentes.
Con la aparición de la COVID-19, y atendiendo a la evidencia científica, se ha demostrado que aplicando ciertas estrategias y soluciones de ventilación se pueden reducir las probabilidades de contagio por “aerosoles”. Esta circunstancia puede darse en centros educativos donde, además, suelen reunirse muchas personas (alumnado y profesorado), durante muchas horas y sin poder mantener la suficiente distancia interpersonal.
Por otro lado, mantener una adecuada calidad del aire en espacios interiores de trabajo, en general, repercute en un mejor rendimiento de la actividad y en una mayor concentración para el desempeño de la misma. En los centros educativos esta circunstancia debería ser prioritaria para un óptimo desarrollo de la actividad, tanto para el alumnado como para el profesorado.
En dosurbanas llevamos varios meses haciendo diferentes estudios de ventilación en centros educativos basados en el Método directo por concentración de CO2, según la guía publicada por el IDAEA-CSIC-Mesura. Para ello, es fundamental conocer los datos específicos del centro (entorno, orientación, distribución espacial del edificio, características de los ocupantes, etc…). Por nuestra propia experiencia, la ventilación natural cruzada resuelve generalmente el problema de la concentración de CO2 en las aulas, pero en aquéllos casos en la que la esta ventilación no sea suficiente existen alternativas como la Ventilación Mecánica Controlada (VMC) o la filtración HEPA, siempre como complemento insustituible a la ventilación natural y determinando previamente los caudales de renovación / hora necesarios para el espacio que estemos estudiando, para un correcto dimensionado del dispositivo de apoyo a instalar.
Para poder evaluar cómo es la renovación de aire de un recinto y, por tanto, determinar si la ventilación es adecuada o no podemos apoyarnos en el empleo de medidores de CO2, con referencia a los valores límite establecidos como asumibles para minimizar el riesgo de contagio por enfermedades de transmisión aérea o como nivel óptimo de calidad del aire, según el Reglamento de Instalaciones Térmicas de los Edificios (RITE).